FACTORES PROTECTORES INDIVIDUALES Y FAMILIARES
Eleana Oyarzún N.
La Organización Mundial de la Salud definió la salud como un “estado
de completo bienestar físico, psíquico y social” y con ello abrió nuevas
perspectivas en el concepto de salud. Ya no solo se entiende la salud como “ausencia de enfermedad”, sino que se
incorpora a la dimensión biológica del hombre, la dimensión psicológica y
social. Es una visión de salud integral y colectiva en que no solo es importante
la esfera de lo individual, sino también lo familiar, lo social y el
ecosistema.
Y en ese contexto, la familia cumple un rol central en la salud de sus miembros y en especial en los estilos
de vida individuales, ya que ellos han sido moldeados con relación a conductas
protectoras o de riesgo, en el seno de la familia. Los miembros de la familia
pueden ejercer una influencia mutua sobre sus estilos de vida y hábitos de
salud. Es mucho más probable que los adolescentes fumen si uno de sus padres lo
hace. Por otra parte, las familias suelen compartir la misma dieta y por lo
tanto ingieren similares cantidades de sal, grasas, e incluso calorías. La
importancia que se concede a la actividad física y al mantenimiento del peso
ideal con frecuencia son también valores familiares compartidos.
Por ello mismo, la familia es cada vez más un tema de reflexión y
estudio dada su influencia en la salud de sus miembros.
La importancia del análisis de los factores protectores tanto
individuales como familiares es central dada su participación en la salud
física y mental de los individuos. Los factores biopsicosociales que influyen
sobre el estado de salud de las personas se pueden dividir en dos grandes
categorías: factores de riesgo y factores protectores.
En esta primera parte nos ocuparemos de los factores protectores tanto
individuales como familiares.
Se entiende como factores
protectores las características de las personas o de las situaciones que al
estar presentes protegen o aminoran el efecto de estímulos nocivos sobre el
individuo. Los factores protectores cumplen un rol de protección en la salud,
mitigan el impacto del riesgo y motivan al logro de las tareas propias de cada
etapa del desarrollo. Enfocado el asunto desde esta perspectiva, los factores
protectores al aumentar la tolerancia ante los efectos negativos, disminuyen la
vulnerabilidad y la probabilidad de enfermar.
De acuerdo a lo anterior, tendremos en consideración la siguiente
composición de factores protectores individuales:
Uno
de ellos es el estilo de vida. Un estilo de vida saludable constituye un
importante factor protector, con esto nos referimos a comportamientos que
disminuyen el riesgo de enfermar, como por ejemplo, un buen régimen de
ejercicios, sueño y esparcimiento; el control y la evitación del abuso de
sustancias como la nicotina, el alcohol, la cafeína; un adecuado control de las
tensiones, y una adecuada utilización y distribución del tiempo, entre otros.
Otra
característica individual que actúa como factor protector es la autoestima
alta, entendida como el juicio personal de valía y que se expresa en las
actitudes que el individuo adopta hacia sí mismo. Es tener sensación de logro y
valoración frente a lo que se hace,
poseer sensación de autoeficacia.
Tener
o percibir sentimiento de control sobre las situaciones, expresado en un locus
de control interno, es decir, ser capaz de establecer una relación directa
entre la conducta y el resultado obtenido. Este sentimiento de control aumenta
el grado de tolerancia y disminuye la severidad de los efectos negativos.
Poseer
habilidades de resolución de problemas intentando la solución de los mismos,
regulando las emociones, protegiendo la autoestima y manejando las
interacciones sociales. Lo importante como factor protector es desarrollar una
actitud ante los problemas que lleve a buscar en cada caso aquella manera de
afrontarlos de la forma más realista posible. Y además con una menor tendencia
a la evitación de problemas.
Las
redes de contacto social son un elemento protector para el ser humano también;
el apoyo social consiste en los recursos e información que ofrecen personas del
entorno, minimizando con ello la percepción de amenaza y aumentando la
sensación de control y dominio de la situación. La sensación de disponer de
apoyo necesario en caso de dificultades protege al individuo.
Un
adecuado nivel de fortaleza personal, considerando aspectos tales como grado de
compromiso que se asume con lo que se inicia, la tendencia a evaluar las
dificultades como un desafío, como algo que pone a prueba las capacidades y no
como una amenaza, la predisposición a enfocar los problemas de forma realista y
con optimismo.
La
tenencia de un sistema de valores y creencias que posibilite enfrentar con
solidez y constancia las dificultades de la vida, que canalice las inquietudes
y otorgue un sentido a la propia existencia.
Las
habilidades intelectuales y cognitivas, tener sentido de humor, ser una persona
con menor tendencia al fatalismo, ser capaz de destinar un lugar para el placer
en la vida diaria, ser querido por los amigos y poseer habilidades de
relaciones interpersonales, forman parte también para los investigadores tanto
nacionales como extranjeros de factores de protección para el individuo.
Todos estos factores constituyen un campo de fuerza que interactúa entre
sí en forma equilibrada. Si esto se logra, se compensan los factores de riesgo
y con ello se evita la aparición de conductas derivadas de estos. Por supuesto
que no tener todos estos factores presentes en su máxima intensidad no
significa que la persona esté en riesgo; lo importante es la tendencia positiva
con la cual se expresan estos factores. La expresión de una tendencia negativa
configuraría un perfil de riesgo.
Según Rutter, un mismo factor dependiendo de las circunstancias y el
grado en que se presenten, puede ser de riesgo o protección. Y añade que el
haber tenido gradual exposición al riesgo, posibilita a responder en forma
efectiva buscando alternativas de solución constructivas y crecedoras.
A continuación vamos a revisar el desarrollo de la protección a nivel
familiar, máxima que para algunos autores es lo más importante del modelo de
factores de riesgo y factores protectores.
Se ha demostrado en múltiples investigaciones la influencia
fuertemente protectora de factores familiares, tales como, buenas relaciones al
interior del grupo familiar, confianza entre los adolescentes y sus padres, el
nivel de escolaridad de estos últimos, la estabilidad y satisfacción laboral,
pero, por supuesto con distinto nivel de beneficio cada uno de ellos. Por lo
tanto deben ser tomados en cuenta como una fortaleza y apoyo hacia los miembros
de la familia, su salud y su desarrollo, componentes importantes de los estilos
de vida saludable.
La familia como factor protector, entendiendo a la familia como un sistema
que interactúa con su medio y considerándola además como elemento intermedio
entre el individuo y la sociedad, es un grupo que realiza actividades vitales
que hasta el momento otros grupos no han desarrollado tan eficazmente.
La familia cumple funciones importantes, concibiendo como tales las
tareas y actividades que realizan todos los miembros que la conforman, de
acuerdo con la posición y el papel que desempeñan en el sistema familiar y con
el fin de alcanzar los objetivos psicobiológicos (reproducción, desarrollo y
crecimiento de los hijos y adquisición del sentido de identidad familiar),
socioculturales y educativos (transmisión de conocimientos y habilidades,
valores y creencias) y económicas (capacidad de producción y consumo).
Para el desarrollo del funcionamiento familiar y con ello la
protección, el sistema familiar requiere de :
Una
comunicación adecuada entre sus miembros; la congruencia entre el lenguaje
verbal y no verbal es básica para el
desarrollo y equilibrio emocional de ellos.
La afectividad; la expresión de cariño es el
instrumento de intercambio especialmente en momentos de crisis. Una familia
protectora constituye un núcleo donde se da lugar a la ternura y a la
reciprocidad afectiva.
El apoyo, ya sea económico o afectivo suele
solucionar desequilibrios y momentos de conflicto de crisis individual o
familiar.
La adaptabilidad a los cambios debido a transiciones
en el ciclo de vida individual o familiar;
las relaciones de la familia con el entorno social, educativo y laboral
requiere de una entrenada capacidad de adaptación de respuesta.
La autonomía necesaria para favorecer el crecimiento
y maduración de sus miembros en un equilibrio de dependencia versus
independencia, tanto al interior del grupo familiar como con el ecosistema.
Las
reglas y normas, que aún cuando las primeras no están escritas, todos los
miembros las conocen ya que les permite mantener con orden y armonía el
comportamiento de sus integrantes. Las normas a su vez, permiten identificar el
rol y función de cada uno en la familia.
También
se enmarcan dentro de los factores protectores familiares:
tener un mayor nivel socioeconómico.
tener una relación emocional estable con uno
de los padres u otro significativo (puede ser incluso un profesor o un amigo).
ver en los padres a dos adultos competentes y
estimuladores.
la
ausencia de separación o pérdidas tempranas en la familia.
los rituales o rutinas familiares,
entendiendo como tal los patrones o hábitos de conducta que las familias
desarrollan en su vida diaria. Muchas veces corresponden a tradiciones que la
familia hereda. Esto da a los integrantes de la familia un sentido de
identidad, pertenencia y estabilidad. Además favorece la comunicación y
relación entre ellos.
El
modelo de factores de riesgo y factores protectores, como se dijo anteriormente
es motivo de permanente estudio e investigación tanto en el extranjero como en
nuestro país. Pero no hay duda en que el conocimiento de los factores
protectores y su mecanismo de interacción radica en la posibilidad que brindan
de contrarrestar o reducir el impacto del riesgo, permitiendo con esto que los
integrantes de la familia logren una mejor calidad de vida.